Si al Comunal no regable se le denomina “Monte”, a la zona de riego sistematizado, se le conoce como “Huerta” y no hay que confundirla con el sinónimo más genérico de su nombre. La “Huerta” implica derecho regulado de riego y Propiedad escriturada. Viene a ser ocupada en su mayor parte por viñas y Olivos que junto con linderos, cañaverales, acequias y caminos constituyen una unidad de paisaje muy domesticado pero bello y agradecido.
Sus formas vegetales casi siempre cultivos tienen mucha relevancia en la composición de estos paisajes. Extensiones de viñedos y bosques de olivos, se agrupan en monocultivos a veces y otras entremezclados, garantizando un horizonte ameno y vivo. Los linderos entre fincas, caminos y acequias dan oportunidad a otras formas vegetales que muchas veces surgen espontaneas. Almendros, higueras, nogales, saucos, endrinos y espinos albares alegran el inicio primaveral con sus floraciones y suavizan el otoño con el color de sus frutos y el declive amarillo ocráceo de sus hojas.
El paseo por estas sendas ancestrales que marcan el discurrir de agua conducida permite observar el elegante vuelo del gavilán y gozar de la musicalidad de ruiseñores y jilgueros. La abubilla preludia el inicio veraniego con vuelos zigzagueantes trazados por la orla blanquinegra de su cabeza. La malviz o “Torda” anuncia otoño y es detectable por la rapidez de su vuelo quebrado para dificultar el blanco de quien le tira. Los apostaderos localizables por los casquillos abandonados dan fe de la saña e intensidad de su persecución. Perdices y codornices que acuden a una tierra pródiga en alimento y agua, marcan territorio desde sus cantaderos y muestran verdaderas estrategias de despiste cuando, acompañando a sus polladas, aparece el molesto caminante. Los avistamientos de rapaces son cada vez más frecuentes y no es raro sorprender al Milano en su dormidero cuando la tarde roza con la noche en el crepúsculo. Los vuelos de parejas de individuos jóvenes son perceptibles durante el día mientras que el sonido agudo largo y disuasorio de su llamada al entrar la noche nos recuerda escenas de Fauna Ibérica. El ulular del autillo anuncia el cambio estacional con la más rigurosa predicción, mientras las blancas y larguiruchas figuras de Garzas y cigüeñas a modo de espectros fantasmales, aprovechan la tierra removida para buscar algo que llevarse al pico.
Sin duda alguna el mamífero más presencial es el conejo, fruto de una desafortunada introducción, constituye una plaga y es una de las explicaciones que tiene el aumento de rapaces Los carnívoros mustélidos como la comadreja e incluso los gatos asilvestrados, que junto con el zorro constituyen el piso de predadores , de ninguna manera pueden controlar al prolífico logomorfo
En las cercanías de los pequeños cursos de agua, La Culebra de agua y de escalera aparece cuando el calor aprieta y es más detectable por su camiseta de muda o por el cadáver a tropellado que por su desplazamiento rápido y sinuoso.
Una reseña especial en este bloque que denominamos “huerta”, son los huertos entendidos estos como explotaciones unifamiliares que fueron determinantes en la economía de autosuficiencia. Ocupando las franjas paralelas del Queiles, en el espacio que correspondía a sotos, se ubican estas pequeñas parcelas de cultivo intensivo donde se entremezclan verduras de estación y hortalizas de cosecha anual con frutales variopintos. Surcados e intercomunicados por sendas de herradura muestran de manera ordenada surcos y caballones de productos que proveen los pucheros de nuestra cocina, ahora llamada Mediterránea.
Desde el punto de vista paisajístico no tienen desperdicio, el cultivo en hilera de las plantaciones convive con el entramado de cañas que sustenta la enredadera para soporte de judías, tomates, pepinos y calabacines Los planteros germinados con mimo por el hortelano se acomodan en acogedores invernaderos, hechos con material reciclado. Los frutales compiten en altura y frondosidad con higueras, saucos y cañaverales que frecuentemente delimitan recuejas, partideros, tajaderas u “hontivos”. La muga con el río la marca en muchos casos un zarzal que da cobijo a gorriones y petirrojos, y ofrece moras a quien quiera recolectarlas.
La panorámica se divisa desde la senda a través de abrigaños de caña que protegen la parcela del viento. El paseante que la recorre tiene la oportunidad de contemplar con deleite, la visión armoniosa acompasada al rumor del agua, que discurre presta a entrar en una nueva regadera.
Desgraciadamente, la tendencia del mundo actual que no atiende ni entiende esta filosofía de vida introduce construcciones y elementos de modernidad que cuando se acumulan en poco espacio, deterioran el paisaje y crean la sensación de un desordenado campamento de refugiados urbanitas.